Cuando trabajas en el ámbito de la procuración de justicia te enteras de muchas historias, la mayoría son de tristeza que desafortunadamente mutan en el terror. Pero en medio de todo el sufrimiento también encuentras pequeños rayos de luz reflejados en la fe de los seres humanos que han experimentado ese tipo de dolor.
Conocer a una víctima te cambia la perspectiva, te hace revalorar la vida y entender que cada uno tiene una misión en este mundo. Que las pequeñas acciones y cosas tienen un valor infinito, pues para eso estamos aquí, para vivir y disfrutar de todo lo que nos rodea, pero también para ayudar aquellos que lo necesitan. Sin embargo, para muchos este camino se puede ver truncado por un episodio obscuro y sombrío que los desgarra hasta lo más profundo de sus entrañas. Ahí es cuando se hunden en esa tristeza, donde reclaman justicia y hacen hasta lo imposible por lograr que ésta se cumpla. Son como el ave fénix que renacen de las cenizas y vuelve a la vida para que ese quebranto que tienen en el corazón y el alma sea mínimamente resarcido.
Es en ese punto donde tuve el privilegio y honor de poder conocer algunas personas que desafortunadamente han pasado por una situación como ésta. Me dieron la oportunidad de escucharl@s y saber qué fue lo que pasó con ellos y sus seres queridos. Su fortaleza ha sido una inspiración, su lucha un aprendizaje constante que me ha permitido reflexionar sobre la naturaleza del ser humano, desde la bondad hasta la maldad que sin experimentarla de manera directa, lastima.
Desde lo más profundo de mi ser espero que los padres, madres,hermanas, hermanos, tíos, tías, primos, primas, nietos, nietas, hijos, hijas, amigos y amigas encuentren esa paz que merecen, que sus voces no dejen de ser escuchadas, que no se pierdan en difícil sendero que han tenido que recorrer, pero sobre todo que nunca pierdan la esperanza.
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